La tecnología que iluminó a la humanidad
Se suele ver la cultura basada en la imagen y el sonido como lo moderno. El texto, la lectura, la página impresa, se recortan contra este fondo de bulliciosas imágenes danzantes como el pasado, lo antiguo. Qué raro, porque en realidad es exactamente al revés. Muchos miles de años antes de que los industriosos sumerios desarrollaran los caracteres cuneiformes, los seres humanos hacíamos dibujitos en las paredes de piedra y percutíamos rudimentarios instrumentos musicales. Iconos y sonidos. Multimedia prehistórica.
Por Ariel Torres Link permanente: http://www.lanacion.com.ar/891999
Seccion La compu, de Clarín
Se suele ver la cultura basada en la imagen y el sonido como lo moderno. El texto, la lectura, la página impresa, se recortan contra este fondo de bulliciosas imágenes danzantes como el pasado, lo antiguo. Qué raro, porque en realidad es exactamente al revés. Muchos miles de años antes de que los industriosos sumerios desarrollaran los caracteres cuneiformes, los seres humanos hacíamos dibujitos en las paredes de piedra y percutíamos rudimentarios instrumentos musicales. Iconos y sonidos. Multimedia prehistórica.
Funcionaba para el rito animista y para darse coraje en las que debieron ser las noches más oscuras de la humanidad. Pero las imágenes y la música no servían, y siguen sin servir, para transmitir conocimientos, ni para crear otros nuevos.
Bendita con un método para codificar el pensamiento abstracto mediante un conjunto diminuto de sonidos (menos de treinta usualmente), la humanidad no desarrolló la escritura sino hasta hace unos 6000 años. Aunque capaz de hablar, el hombre permaneció durante eras mudo ante la posteridad, condenado a repetir errores, inmovilizado en ese silencio llamado prehistoria. De la escritura para acá, en 6000 años, período equivalente a sólo 75 vidas humanas, avanzamos más que en los 70.000 años previos.
Durante todo ese tiempo inmenso, el Homo sapiens vivió enclaustrado y sin perspectiva, tanto como lo estaría hoy una persona que no leyera libros ni diarios y que dificultosamente lograra redactar una esquela de tres líneas. Capaz de abstracción, el hombre prehistórico carecía de la tecnología adecuada para aprovechar sus talentos. Hasta hace sesenta siglos, la única forma de transmitir conocimientos y cultura era la tradición oral; texto al fin, claro, pero frágilmente tejido a la memoria y al destino de unos pocos. En Fahrenheit 451 Bradbury retrata la catastrófica regresión cultural que nos obligaría a retomar la tradición oral.
Ahora, para completar el malentendido, acusamos a la PC y a Internet de haber contribuido a imponer en los más jóvenes esta peligrosa atextualidad . Una salida cómoda para esquivar una responsabilidad propia.
Somos nosotros quienes debemos inculcar la lectura a nuestros hijos; la tecnología no les ha robado nada; como mucho, expone un síntoma. Y sí, es verdad, iniciarse en la lectura es difícil, precisamente porque se trata de una tecnología nueva, más rica, eficiente, compleja, avanzada y poderosa que la pintura rupestre y el ritmo de los troncos huecos. Lleva tiempo, es cierto. Exige atención y compromiso.
No alcanza con aprender a leer y escribir. Hay que experimentar en uno el abandono de la prehistoria, el nacimiento de la propia historia. No imagino regalo mayor para un niño.
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