Leer, un hábito poco estimulado
EDITORIAL de Clarin
Los chicos argentinos leen muy poco. Apenas lo hacen por obligación y el rechazo que sienten por esa práctica no encuentra remedios en los hogares y escuelas.
Los chicos argentinos leen muy poco. Apenas lo hacen por obligación y el rechazo que sienten por esa práctica no encuentra remedios en los hogares y escuelas.
Esto limita su capacidad de comprensión y pone un horizonte estrecho a las posibilidades de asimilación de información y de desarrollo educativo.
Según los últimos datos disponibles —provenientes del Estudio Internacional sobre el Progreso en Lectura, de 2001—, sobre un total de 35 países evaluados, Argentina quedó en el puesto 31. En los jóvenes, este nivel bajísimo de lectura es provocado por dos fenómenos: por una parte, los padres no leen y no incentivan la lectura de sus hijos; por la otra, los maestros no despliegan herramientas pedagógicas atractivas para acercar a los estudiantes al mundo fascinante de los libros.
En muchos hogares no hay libros y los chicos no tienen modelos de lectores. Esta omisión a veces prosigue en las aulas. Hay escuelas con bibliotecas pobrísimas y sin textos para conquistar el interés de los jóvenes; hay docentes sin pasión por los libros. Así, en las aulas puede sellarse el prejuicio de que leer es equivalente a una imposición aburrida e inútil.
No es sencillo lanzar a los jóvenes a la lectura. Para algunos expertos, un error cometido en nuestras escuelas es dejar librado a cada maestro qué hacer. En Finlandia, país que tiene uno de los niveles más altos de lectura, hay actividades diarias de lectura planificadas. Con libros en las bibliotecas y con capacitación y pautas claras para los maestros, se podrá ir revirtiendo una realidad mediocre, que se expresa en el hecho de que la lectura para nuestros jóvenes se transforma en un obstáculo para comprender textos complejos y avanzar en los estudios.
En la Argentina el nivel de lectura es bajo. Un estudio realizado en 35 países dejó al nuestro en el puesto 31. En los hogares y sobre todo en el aula se debe formar un hábito básico para el progreso educativo de los jóvenes.
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