Mediadores de Lectura

En este espacio publicamos una reseña de las experiencias presentadas durante el 2º Encuentro de Mediadores de Lectura llevado a cabo en la Biblioteca Popular Sarmiento, de Ushuaia, los días 12 y 13 de septiembre de 2008. El primer Encuentro se encuentra asimismo reseñado en los post más antiguos. Vea imagenes.

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sábado, marzo 03, 2007

Influencia del ambiente cultural en el desarrollo del niño

Nota publicada en Vanguardia.com

Por Jesús R. Cedillo
SALTILLO, COAH. MARZO 2, 2007 (VANGUARDIA).-

El axioma dice a la letra: infancia es destino. Los psicólogos —está comprobado— hablan de que los primeros años de vida de un niño son los que marcarán por siempre el resto de su vida.

Aquello que perciben, lo que los rodea, sus experiencias cotidianas son la semilla que habrá de florecer en su etapa de juventud y ya luego en su etapa de madurez. Un filósofo español, José Ortega y Gasset, ha dejado por escrito de manera económica y certera lo siguiente: “El hombre es él y sus circunstancias”.

El sabio español tiene razón: no podemos escindir al hombre de la vida privada, del hombre de la vida laboral. Una es consecuencia de la otra, estamos determinados entonces por el entorno que nos rodea, el cual influye definitivamente y para siempre en nuestro incierto futuro. El futuro, claro está, no existe, pero se construye día tras día. Entonces no es gratuito y sí demostrable que el aspecto sociocultural influye poderosamente en el desarrollo del niño y su potencial vida de adulto.


INFANCIA ES DESTINO

En sus memorias “Confieso que he Vivido”, el escritor chileno Pablo Neruda —quien llegó a obtener el máximo galardón de las letras universales, el Premio Nobel— cuenta sobre su infancia: “Fui creciendo. Me comenzaron a interesar los libros. En las hazañas de Buffalo Bill, en los viajes de Salgari, se fue extendiendo mi espíritu por las regiones del sueño. Los primeros amores, los purísimos, se desarrollaban en cartas enviadas a Blanca Wilson…”.

Hago hincapié en una frase: “Se fue extendiendo mi espíritu por las regiones del sueño”, la manera poética en que lo dice hace palidecer a una mente sensible, es decir, la lectura vino a posibilitar al infante el habitar un mundo mejor que éste, un mundo que lo llevaría a ganar el Premio Nobel. La lectura entonces posibilita el despertar de una conciencia dormida que vamos adquiriendo, una conciencia que poco a poco va ganando en formación, en valores y en vida cotidiana. Veámoslo a vuelapluma: los famosos valores no son hereditarios, no los traemos consigo, los adquirimos con el paso de los días, de las lecturas y de nuestro entorno sociocultural. De aquí entonces que es de primer orden que la formación cultural que adquirimos en edad temprana se va a manifestar a la menor provocación posible.

Cualquier manifestación cultural —y aquí hablamos de cultura en el sentido antropológico del término— es definitiva en nuestra formación personal. El comer, el vestido, el habla cotidiana, la lectura, las llamadas bellas artes, nuestra interacción cotidiana forma parte de un crisol donde vamos poniendo a diario trozos y trocitos de eso que llamamos cultura y que influirá en nuestra vida cotidiana. Un ejemplo para ilustrar lo anterior: sabemos y decimos una y otra vez que la lectura es base fundamental para el desarrollo y la superación del ser humano, pero poco fomentamos la lectura en el niño, por lo cual y ya cuando llegan a edad adulta sin este hábito, es casi imposible involucrarlos en dicha dinámica.


LA LECTURA POR OBLIGACION

Con respecto a las lecturas obligatorias, los famosos libros de texto en las diferentes etapas de la formación escolar, el escritor Felipe Garrido dice: “Casi siempre los libros de texto se leen sólo por obligación, y por lo mismo se leen mal, sin comprenderlos bien, sin que cumplan con su función más importante, que sería abrir nuevos horizontes. Por eso la mayoría de los estudiantes, aunque pasen muchos años en la escuela y consulten o lean muchos libros de texto, finalmente no se convierten en lectores auténticos. Además, al salir de primaria la mayor parte de los niños no tienen libros ni revistas en su casa, ni están acostumbrados a conseguirlos en una biblioteca, de manera que difícilmente pueden seguir leyendo”.

El escritor Felipe Garrido tiene razón, el ambiente familiar (la cultura que nos rodea) no es muchas veces el más propicio para aprender ciertas cosas como lo es la lectura. El niño aprende por imitación en los primeros años de vida, de aquí entonces que si “ve” que el padre o la madre leen, tienen libros diariamente en la mano y si se familiarizan con los libros, invariablemente terminarán por “acostumbrarse” a ellos, a palparlos, a explorarlos, a leerlos.

El escritor ruso Máximo Gorki guarda en su memoria el recuerdo de abuelas y tías que contaban historias y versos que terminaron por convertirlo a él en escritor: “Era imposible no creer en la abuela: hablaba con tanta sencillez, de un modo tan convincente. Pero lo que mejor recitaba eran las leyendas en verso sobre los sufrimientos de la Virgen en la tierra, de cómo exhortaban a Engalichieva que era bandolera, a que no robara ni matase a los rusos; las poesías sobre el bienaventurado Alexéi e Iván el Guerrero; los cuentos acerca de la discreta Vasilisa, el Pope-Macho Cabrío y el ahijado de Dios, los espantosos relatos verídicos sobre Marta la Alcaldesa, la Baba Ustia, capitana de bandidos, la pecadora María Egipciaca y las penas de la madre de un ladrón. Sabía infinidad de cuentos, sucedidos y poesías”.


EL VICIO DE LEER POR PLACER

Otro Premio Nobel de Literatura, el colombiano Gabriel García Márquez en sus memorias "Vivir Para Contarla", lo dejó escrito así. “El vicio de leer lo que me cayera en las manos ocupaba mi tiempo libre y casi todo el de las clases. Podía recitar poemas completos del repertorio popular que entonces eran de uso corriente en Colombia, y los más hermosos del Siglo de Oro y el romanticismo españoles, muchos de ellos aprendidos en los mismos textos del colegio. Estos conocimientos extemporáneos a mi edad exasperaban a los maestros, pues cada vez que me hacían en clase alguna pregunta mortal les contestaba con una cita literaria o alguna idea libresca que ellos no estaban en condiciones de evaluar”.

Volvemos a comprobar que la infancia, así como la edad de un adolescente, son definitivas en la formación del niño y su vida futura. Un estudio ha comprobado que de los 11 a los 15 años es cuando se alcanza el nivel intelectual adulto, “el sujeto se libera de las dependencias de lo concreto e inmediato y pasa a considerar lo real como subconjunto de lo posible. Así el adolescente puede razonar sobre hechos reales y sobre hipótesis, o sea que accede al pensamiento hipotético-deductivo, el cual lo orienta hacia el futuro y le permite avanzar en la visión crítica de sí mismo, de su familia y de la sociedad”. Infancia es destino y el medio que rodea al niño o al adolescente es vital para su formación cultural e intelectual.