Docentes librados al azar a la hora de elegir libros y autores
No hay pautas para alentar la lectura en clase
Por Raquel San Martín De la Redacción de LA NACION
Se trata de una decisión relevante: del primer contacto sistemático con la literatura que se da en el secundario depende qué tipo de lector surgirá. Y, como el gusto por leer no puede imponerse, los docentes afirman que es la pasión por los libros el modo más efectivo de transmitir el entusiasmo por la lectura. Sin embargo, muchos profesores afirman que el problema no es que los chicos no leen, sino que no ven que los adultos lo hagan.
"Hay una ausencia de discusión sobre qué leer en la escuela y cómo hacerlo. Ante eso, muchos docentes dan a leer lo que sea que tenga interés para los chicos. Pero al hacer eso la escuela pierde su función, porque debe elevar el horizonte de los alumnos", comentó a LA NACION Andrea Brito, investigadora del área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
La falta de debate deja abierto un lugar para que se acomode el marketing editorial. "Hay equipos académicos que trabajan sobre temas de lectura escolar, pero eso no llega a las escuelas. Los profesores se guían muchas veces por lo que ofrecen las editoriales", dijo Silvina Marsimian, directora del Departamento de Castellano y Literatura del Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA).
Los programas de estudio de lengua (en los primeros años del nivel medio) y literatura hispanoamericana y argentina (en los últimos) coinciden en muchos textos considerados canónicos. Están los clásicos universales y de la literatura española, y los textos considerados fundacionales de nuestra cultura, como Martín Fierro , de José Hernández; El matadero , de Esteban Echeverría, y Facundo , de Sarmiento. La lista de autores contemporáneos es larga y variada, pero se repiten, en sucesión necesariamente incompleta, Borges, Julio Cortázar, Roberto Arlt, Manuel Puig, Rodolfo Walsh, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Juan José Saer y Ricardo Piglia.
Criterios
En el CNBA, comentó Marsimian, los 25 docentes del área seleccionan lo que leerán sus alumnos a partir de criterios diversos: "Se busca que sean lecturas formativas desde el punto de vista de la lengua, que tengan interés en la vida cotidiana de los chicos y que sirvan para construir un canon de literatura argentina. Además, se toman en cuenta las experiencias previas de trabajo y la madurez de los chicos", dijo.
Aunque la narrativa (cuentos y novelas) es lo que más se lee, están incluyendo cada vez más textos dramáticos, para acercar a los chicos al teatro.
"En los 80 se decía que había que dar a los chicos lo que les gustaba, pero lo que hay que hacer es volver interesante aquello que no pueden dejar de leer. Presentarlo no como un registro de época, sino como entradas a temas que pueden pensarse desde el presente", dijo Isabel Vassallo, directora del Departamento de Castellano, Literatura y Latín del profesorado Joaquín V. González, donde cada año unos 300 estudiantes empiezan la carrera para ser profesores. En ese sentido, comentó Vassallo, la ciencia ficción gana terreno en las escuelas porque "se apropia de problemáticas inmediatas, como la tecnología y su incidencia social, y la ecología".
"Discutir qué leen los chicos depende de la conducción de cada escuela. Nosotros balanceamos el gusto personal y la disponibilidad en el mercado con textos que hayamos probado que funcionan", dijo Gloria Candioti, profesora en Letras y rectora del Instituto Nuestra Señora de Luján, de Parque Patricios.
Además de los clásicos, mencionó a Agatha Christie, Emilio Salgari, J.R.R. Tolkien, Pablo de Santis y los cuentos policiales. "La idea es que avancen de una lectura superficial de personajes y espacios a una más profunda", afirmó Candioti.
Desigualdades
La autonomía de las escuelas para decidir qué leen sus alumnos hace que la lectura sea un escenario donde se ve la desigualdad. Así, los chicos con menos acceso a libros y al hábito de leer en sus casas suelen ir a escuelas donde la disponibilidad de libros es menor.
Los docentes, sobre todo los más jóvenes, también llegan al aula con formación de distinto nivel. "Vemos los distintos niveles de los chicos en el ingreso al profesorado. Muchos tienen problemas de comprensión y de producción, y nos cuesta que lean", dijo Vasallo.
Parece que la literatura, más que enseñarse, se muestra. "No se puede obligar a un chico a leer, pero sí se puede estimular la lectura, demostrar que puede aprovecharla, poner pasión en la clase. El docente es un intermediario entre el chico y la lectura, y cuando le muestra que un libro tiene valor, el chico lo capta", dijo Marsimian.
"Si no, formamos malos lectores, que son los que se resignan a lecturas fáciles que no ofrecen obstáculos y se refieren a intereses inmediatos -describió-. Los chicos tienen una enorme potencialidad para aprender, y no podemos desaprovechar eso."
Para Candioti, "se ha privilegiado lengua y literatura como materias para enseñar a escribir, comprender y producir textos, pero hay que volver a comunicar el placer de la lectura. Pero el profesor sólo puede transmitirlo si él no lo perdió".
Leer es, finalmente, un ejercicio democrático. Como dijo Vasallo, "leer es ponerse en el lugar del otro, y por eso es un ejercicio de tolerancia".
http://www.lanacion.com.ar/cultura/nota.asp?nota_id=894559
Se trata de una decisión relevante: del primer contacto sistemático con la literatura que se da en el secundario depende qué tipo de lector surgirá. Y, como el gusto por leer no puede imponerse, los docentes afirman que es la pasión por los libros el modo más efectivo de transmitir el entusiasmo por la lectura. Sin embargo, muchos profesores afirman que el problema no es que los chicos no leen, sino que no ven que los adultos lo hagan.
"Hay una ausencia de discusión sobre qué leer en la escuela y cómo hacerlo. Ante eso, muchos docentes dan a leer lo que sea que tenga interés para los chicos. Pero al hacer eso la escuela pierde su función, porque debe elevar el horizonte de los alumnos", comentó a LA NACION Andrea Brito, investigadora del área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
La falta de debate deja abierto un lugar para que se acomode el marketing editorial. "Hay equipos académicos que trabajan sobre temas de lectura escolar, pero eso no llega a las escuelas. Los profesores se guían muchas veces por lo que ofrecen las editoriales", dijo Silvina Marsimian, directora del Departamento de Castellano y Literatura del Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA).
Los programas de estudio de lengua (en los primeros años del nivel medio) y literatura hispanoamericana y argentina (en los últimos) coinciden en muchos textos considerados canónicos. Están los clásicos universales y de la literatura española, y los textos considerados fundacionales de nuestra cultura, como Martín Fierro , de José Hernández; El matadero , de Esteban Echeverría, y Facundo , de Sarmiento. La lista de autores contemporáneos es larga y variada, pero se repiten, en sucesión necesariamente incompleta, Borges, Julio Cortázar, Roberto Arlt, Manuel Puig, Rodolfo Walsh, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Juan José Saer y Ricardo Piglia.
Criterios
En el CNBA, comentó Marsimian, los 25 docentes del área seleccionan lo que leerán sus alumnos a partir de criterios diversos: "Se busca que sean lecturas formativas desde el punto de vista de la lengua, que tengan interés en la vida cotidiana de los chicos y que sirvan para construir un canon de literatura argentina. Además, se toman en cuenta las experiencias previas de trabajo y la madurez de los chicos", dijo.
Aunque la narrativa (cuentos y novelas) es lo que más se lee, están incluyendo cada vez más textos dramáticos, para acercar a los chicos al teatro.
"En los 80 se decía que había que dar a los chicos lo que les gustaba, pero lo que hay que hacer es volver interesante aquello que no pueden dejar de leer. Presentarlo no como un registro de época, sino como entradas a temas que pueden pensarse desde el presente", dijo Isabel Vassallo, directora del Departamento de Castellano, Literatura y Latín del profesorado Joaquín V. González, donde cada año unos 300 estudiantes empiezan la carrera para ser profesores. En ese sentido, comentó Vassallo, la ciencia ficción gana terreno en las escuelas porque "se apropia de problemáticas inmediatas, como la tecnología y su incidencia social, y la ecología".
"Discutir qué leen los chicos depende de la conducción de cada escuela. Nosotros balanceamos el gusto personal y la disponibilidad en el mercado con textos que hayamos probado que funcionan", dijo Gloria Candioti, profesora en Letras y rectora del Instituto Nuestra Señora de Luján, de Parque Patricios.
Además de los clásicos, mencionó a Agatha Christie, Emilio Salgari, J.R.R. Tolkien, Pablo de Santis y los cuentos policiales. "La idea es que avancen de una lectura superficial de personajes y espacios a una más profunda", afirmó Candioti.
Desigualdades
La autonomía de las escuelas para decidir qué leen sus alumnos hace que la lectura sea un escenario donde se ve la desigualdad. Así, los chicos con menos acceso a libros y al hábito de leer en sus casas suelen ir a escuelas donde la disponibilidad de libros es menor.
Los docentes, sobre todo los más jóvenes, también llegan al aula con formación de distinto nivel. "Vemos los distintos niveles de los chicos en el ingreso al profesorado. Muchos tienen problemas de comprensión y de producción, y nos cuesta que lean", dijo Vasallo.
Parece que la literatura, más que enseñarse, se muestra. "No se puede obligar a un chico a leer, pero sí se puede estimular la lectura, demostrar que puede aprovecharla, poner pasión en la clase. El docente es un intermediario entre el chico y la lectura, y cuando le muestra que un libro tiene valor, el chico lo capta", dijo Marsimian.
"Si no, formamos malos lectores, que son los que se resignan a lecturas fáciles que no ofrecen obstáculos y se refieren a intereses inmediatos -describió-. Los chicos tienen una enorme potencialidad para aprender, y no podemos desaprovechar eso."
Para Candioti, "se ha privilegiado lengua y literatura como materias para enseñar a escribir, comprender y producir textos, pero hay que volver a comunicar el placer de la lectura. Pero el profesor sólo puede transmitirlo si él no lo perdió".
Leer es, finalmente, un ejercicio democrático. Como dijo Vasallo, "leer es ponerse en el lugar del otro, y por eso es un ejercicio de tolerancia".
http://www.lanacion.com.ar/cultura/nota.asp?nota_id=894559
1 Comments:
Hermoso llegar hasta eol sur del sur y encontrar que sigue siendo esta América que amamos y vivimos, unos desde crear el lector y otros agradeciendo que ellos existena porque entonces: ¿de qué serviría escribir versos?
Gracias por ello
Abrazo desde Medellín
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